La imagen te acelera. Frena y deja que tu sombra te alcance.
En los tiempos de las clases online donde la imagen parece el principal elemento de comunicación, encontramos en el oído la mejor ayuda para que en 2021 el yoga nos de sus mejores beneficios.
En ocasiones se sobredimensiona lo que el yoga puede hacer por nosotros, dejando de un lado lo que tengo que poner de mi parte. Esta es una actitud de tomar en lugar de dar o compartir. Si se refuerza la actitud de necesitar siempre sentiremos que nos falta algo. Permítete sentirte completo durante la práctica para que ese sentimiento se pueda extender con las semanas más allá de la clase.
Estos beneficios son unos a corto plazo, y otros, a largo plazo. Muchos alumnos tras su primera clase tienen una profunda sensación de euforia y bienestar. Sin embargo en un contexto más amplio ese bienestar inicial son sólo fuegos artificiales. Puede ser fruto de las endorfinas y hormonas que nos hacen sentir bien con cualquier actividad física, puede ser por terminar la clase con una reconfortante relajación, e incluso la satisfacción de haber “sobrevivido” a la clase, pues el yoga suele ser más duro de lo que se cree.
Incienso, agradable decoración, cálida iluminación, temperatura adecuada, culturas exóticas, música suave, todo esto nos hace sentir bien, pero al empezar la clase los elementos envolventes pasan a un segundo plano, todo se simplifica para interiorizarme: el profesor guiándome en la esterilla, y yo estaré en la mía. Quedarán fuera todas las proyecciones e imaginería que el yoga como disciplina milenaria nos evoca como un poderoso imán. Los adornos externos desaparecen y aparece el silencio, y sobre ese silencio ese silencio podemos oír nuestro ruido interior.
¿Cómo puedo integrar el yoga en mi vida cotidiana?
Es la clave de todo. El yoga tiene momentos de confrontación con uno mismo. Cuando intento realizar una postura difícil relajadamente. Ahí puedo ver cómo reacciono, como víctima o procurando desenvolver la situación, y esa experiencia se puede llevar a la vida real.
Si practico yoga no estaré automáticamente más relajado, para eso es necesario mejorar nuestra observación consciente, que es la observación que no te saca del presente cuando no te gusta, la que no te evade sino que te conecta, la observación que no barre las malas emociones bajo la piel-alfombra sino que las deja fluir en presencia para disolverse efímeras. Hacer los asanas automáticamente sólo aporta el beneficio de la actividad física. Yoga implica también continuidad, no se puede salir de una clase y pensar que ya se es feliz por muy bien que nos sintamos, hay que practicar regularmente y tomárselo alegremente en serio.
Las grandes expectativas en la primera clase nos perjudican tanto si se cumplen como si no se cumplen, es como hacer dieta un solo día, no da resultado. Al corto plazo el fracaso está asegurado. Sin embargo si podemos decir que el yoga es una inversión segura, el tiempo que le dediquemos progresivamente nos lo devolverá. Es algo que no nos pueden dar a probar, lo tenemos que cocinar nosotros, el fruto de dedicación y paciencia.
Encuentra el profesor que te guste. Hay tantos estilos de yoga porque hay gustos muy diferentes. No siempre los que nos gusta es lo mejor para nosotros. Los estilos son combinaciones y dosis de técnicas, intensidades, velocidades, dificultades… pero el objetivo es el mismo, el alineamiento de tu yo exterior e interior, individual y colectivo. Si es yoga, todas esas técnicas apuntarán al mismo sitio. El lugar donde emerge la dicha y la felicidad estable. No como altibajos de alegría y tristeza. Estable.
Tenemos tanta prisa que nos perdemos los beneficios a largo plazo, aquellos que producen cambios profundos. Las clases nos enjuagan del estrés del día pero no evitan que vuelva a aparecer estrés al día siguiente si no hay calado en la práctica. Cuando estoy inmerso en una situación estresante y tengo más capacidad de sentirme equilibrado, ya es un beneficio de la gama del largo plazo.
La velocidad de las cosas es una de nuestras principales inquietudes, queremos saber cuánto tarda en hacer efecto el yoga, a qué velocidad tenemos que realizar los movimientos, cuánto tiempo hay que permanecer en las posturas. Todo ello nos nuestra y nos refuerza la actitud de competitividad, que seguramente nos creó las molestias de espalda o de ánimo que nos hicieron mirar al yoga, no reproduzcamos en la clase los patrones que nos dañan.
El sentido de la vista nos mantiene muy afuera, extrae nuestra atención interior y apenas quedan migajas para estar en contacto con mi yo esencial. Sin embargo el oído nos permite salir lo justo para escuchar las instrucciones de la clase y seguir adentro de nosotros, esto es entrenar la habilidad de la presencia: percibirse. Deja que tu sombra te alcance y salúdala, no puedes huir siempre.
Gran parte de las cosas que hacemos es porque queremos mejorar nuestra vida, queremos que nuestra experiencia de la vida sea mayor. Para eso subes una montaña, vas a fiestas, haces meditación, buscar una receta de cocina, corres un maratón. Pero los estímulos externos tienen el relieve que tienen. Llega el momento en que para ampliar la experiencia de tu vida tienes que expandir tu percepción. ¿Qué puede ser esto? Ver mejor, oír mejor, saborear mejor, sentir más y mejor al fin. El yoga te propone convertir el cuerpo en una antena de percepción. El cuerpo es el vehículo, imprescindible. Pero es sólo el punto de partida. Al ir al cuerpo, sales de la mente, su ruido e imagen imaginaria del pasado y del futuro. El cuerpo te lleva al presente y es el que tiene los beneficios a corto plazo.
Sería razonable asumir que ganar elasticidad en las caderas no tiene un efecto directo en la espiritualidad.
¿Y los beneficios a largo plazo? Los beneficios a largo plazo, eso ya es yoga.
Si quieres asistir a nuestras clases tienes toda la información de horarios y precios en la web y en las redes sociales. Los propósitos que hagas y las actividades que comiences en estas fechas tendrán el impulso natural que trae el nuevo año.
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